domingo, 3 de julio de 2016

El árbol y el viento

Desde esta perspectiva la apreciación de la naturaleza puede llegar a ser visceral, pero no siempre.
Ahora tirados en el piso sobre una alfombra bordo clásica vieja, pero sin olor, miramos por el ventanal de esta casa un sin fin de momentos que durante la semana son difíciles de percibir. Como aquel gusano intentando escapar del pico de la paloma, retorciéndose,o las gotas en la ventana que dibujan rostros, a veces divinos, y otras de amigos que se han ido.Pero nótese aquel árbol en la vereda de enfrente que todo lo dice.
Afuera llueve, y el viento no deja de soplar. Difícil es simular el canto tétrico del viento,pero al árbol nada parece importarleporque se mueve de aquí para allá,flameando las ramas, y sus hojas distorsionando el sonido malévolo por canciones bellas y hasta se permite moverse ante los ojos que quera verlo.
Aquel árbol me hace acordar a vos, te dije. Y tu mirada se desconcertó, porque claro, quien te compara con un árbol?
Pero yo relaciono un show, un acto, una coreografía que a simple vista no se aprecia.
Vos sos el árbol, y el viento la música. Cuando la música sopla, vos bailas.
La imagen en mi mente logra embellecer la naturaleza un poco más. Y al decirte esto tal vez se me erizen los pelitos de la nuca, o se me cristalicen los ojos como un sello de emoción, o me sonroje un poco. Pero es el precio que uno debe pagar, son esas cosas que causas con solo mover tu cuerpo.