miércoles, 1 de mayo de 2013


Y la vela iluminaba su rostro, justo donde la sombra hacia notar su sonrisa,
mirando hacia abajo jugando con una moneda y sus manos.
Marcaba con una tenedor su inicial en la mesa.

Con secretos bajo el brazo, se sentó y desenvolvió su mundo
sus colores inventados, sus canciones escritas.
Si prestabas atención, su corazón se escuchaba desde donde estaba sentado.
Su brillo en los ojos, y una vaso de whisky, de por medio, hicieron amar ese momento.

En voz baja, pintó su sombra en la pared, junto a un cuadro de Istvan Orosz.
Fue un momento parecido a cuando encontras tu canción favorita
y al escucharla, una y otra vez, no querés que termine jamás.

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