miércoles, 22 de abril de 2015

Tarde en el parque

Hubo un domingo que fue un hermoso anaranjado,
digno de ser fotografiado en sepia,
tuvo el placer de ser pintado por tus manos.
Se podía escuchar el crujir de las hojas, constantemente,
y el sol caía, en cámara lenta,
dibujando siluetas de bellas damas en el suelo del parque,
el viento encendía el sueño de los niños
con la ilusión de dar otra vuelta a la calesita.
Las madres cansadas de tanto chusmear con otras madres
y los padres cansados de pagar tantas vueltas en la calesita
respondían "Si" a todo.
y seguían comiendo esa manzana acaramelada
estacionada hace dos días

un payaso hacía reír a los niños
pero lloraba por dentro.
Cuanto valor necesita un payaso
para pararse un domingo frente a los pequeños, desde muy temprano,
para divertirlos por horas, no?

El sol siguió con la idea de caer en cámara lenta
dibujando sonrisas en los globos, de preferencia, violetas,
haciendo olvidar, por completo, a los solitarios de la plaza,
las despedidas más dolorosas,
sintiéndose acompañados de un frío otoñal.
Las reglas de aquella helada leve eran:
con un camperon sobraba, con una remera faltaba,
una bufanda acompañaba, un gorro de lana era opcional.

El parque estaba lleno de gritos
y a nadie parecía molestarle
las hamacas rechinaban de tan poco mantenimiento
y a nadie parece molestarle
las nubes ya estaban rosas
y simbolizaban manos saludando
con aire a despedida
la luna se apresuró y ya se podía ver,
una media luna serena,
era el aviso de que tipo de tranquilidad
íbamos a tener por la noche

Hubo muchas tardes así,
pero nunca como la de ese día,
porque el naranja, el ruido, y el frío otoñal
parecían combinar.
y parecía ser visualmente incorrecto que esto sea así
pero agradable al tacto.

esa tarde yo era el pequeño en la calesita,
yo era la hamaca rechinando,
yo era el padre sin dinero,
yo era la madre chusmeando,
yo era el mundo en sintonía
pero nunca pude ser el sol tan bello,
nunca podré ser, tan bello, como el sol.

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