viernes, 6 de marzo de 2015

Lectura en el bar

Mi voz temblaba
y aunque tal vez no me creas
es cierto, nunca le había leído un poema a nadie.
Fuiste la primera en ese bar, en ese día
en ese año, en esa vida, en mi vida.

Estaba enfrente tuyo,
y me mirabas.
Y yo, por primera vez quise que la tierra no me tragara.
¿Quien pudiera vivir en el bucle constante de ese momento?
Esa noche no tendría que haber terminado jamás,
claro que esto se piensa desde mi lado de la mesa.

no podía dejar de mirarte a los ojos
mientras te hablaba,
no podía dejar de mirar tu boca
mientras me hablabas.
¿Quien podía merecer tan hermosa y semejante compañía?
me sentía pequeño a tu lado,
me diste un discurso enorme sobre
la mujer, sobre la pobreza, sobre la pasión,
sobre la corrupción y la lucha eterna
Y te escuché cada palabra, cada punto, coma, silencio.

Cuando vos me leíste aquellos poemas
tu voz no te temblaba, tu voz brillaba, salían colores,
tuve que cerrar los ojos, para no distraerme
con tus ojos, con tu boca, con tu pelo,
con tu voz, con tu alma
aunque espiaba, un poco de reojo,
tu sonrisa mientras leías, debo confesar.

Leernos esos poemas
fue casi tan intenso
como darnos un beso.
Reímos, y no te toque las manos
sonreímos, y no te abracé,
nos despedimos y no te besé.
Seguro ese fue el gusto amargo
al día siguiente,
esos colores y brillos que salían de tu boca,
cuando me leías, no los probé
y ahí en esa despedida podía sentir que perdí,
porque me perdí en vos,
porque me perdí en todas esas charlas
porque me perdí en esa media sonrisa,
mientras me leías.








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